10 de febrero de 2016 (IER)
Por Jesús Antonio Del Río
Este lunes tuve profundos y agradables recuerdos de mi adolescencia. Recordé mis cascaritas o tochitos en el amplio espacio que separaba los carriles centrales de la lateral en la amplísima avenida de los Insurgentes Norte en la década de los setentas. Revisité mis clases sobre geometría analítica, lógica, ética, dibujo de imitación, biología y muchas otras; todas ellas compartidas con muchos otros adolescentes que teníamos sueños de ser médicos, arquitectos, sociólogos o físicos. Todos nosotros éramos la décima generación que estudiaba en ese plantel de la preparatoria.
A principio de semana tuve el gusto y el honor de estar en la ceremonia del inicio de los festejos del 50 aniversario de la Preparatoria 9 “Pedro de Alba” de la UNAM. La Q.F.B. Roberta Orozco Hernández, directora del plantel, me invitó a compartir este festejo. Así recordé ese fugaz período, hoy lo veo así, en aquel entonces tuve que sufrir algunos interminables soñolientos cursos, aunque también gocé de muchos otros retadores o motivadores que me permitieron continuar con mi formación académica y concluirla con éxito.
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