Transgrediendo límites

Por Lunes 11 de abril, 2016.

fis

11 de abril de 2016 (ICF) Por W. Luis Mochán Siga cuidadosamente las siguientes instrucciones:   • Busque un amigo al que le tenga confianza y  que no  guste de hacer bromas pesadas   • Consiga un compás, ese instrumento con dos puntas que suele tener una mina de grafito o un lápiz en una de ellas […]

11 de abril de 2016 (ICF)

Por W. Luis Mochán

Siga cuidadosamente las siguientes instrucciones:

 

• Busque un amigo al que le tenga confianza y  que no  guste de hacer bromas pesadas

 

• Consiga un compás, ese instrumento con dos puntas que suele tener una mina de grafito o un lápiz en una de ellas y que se puede abrir para dibujar círculos con precisión.

 

• Descúbrase la espalda, cuidando de no exponerse a corrientes de aire.

 

• Pídale ahora a su amigo que abra el compás todo lo que pueda y que, sin lastimarlo, lo toque ligeramente en la espalda con las dos puntas del compás simultáneamente (ver la figura 1).

 

• Seguramente, sentirá Ud. dos ligeros piquetes.

 

• A continuación pídale a su amigo que le toque la espalda con una sola de las dos puntas. Naturalmente, en esta ocasión Ud. sólo notará un piquete.

 

• Ahora pídale a su amigo que poco a poco vaya cerrando las puntas del compás y toque repetidamente su espalda con una o con las dos puntas sin que le diga con cuántas lo  hace, para que Ud. lo adivine.

 

Para que la prueba cumpla con su objetivo, su amigo debe tocarlo siguiendo una secuencia desordenada,  por ejemplo, con una punta, con dos, dos, una, una, dos,  una, una, una…, como se le ocurra, pero no debe hacerlo de forma ordenada: una, dos, una, dos, una, dos, una, dos, una…. Notará, quizás con sorpresa, que si el compás se halla suficientemente cerrado y la distancia entre sus puntas es menor a unos pocos centímetros, usted no podrá distinguir si a su espalda la tocan con una o dos puntas. Este simple experimento muestra que nuestro tacto es un sentido imperfecto; hay estímulos que son diferentes y que sin embargo nosotros sentimos iguales. En este caso, la limitación obedece al relativamente pequeño número de receptores táctiles en nuestra espalda, por lo que dos puntas cercanas entre sí excitan a los mismos receptores.

Para seguir leyendo:

AcMor