La transición de México hacia una economía basada en el conocimiento

Por Miércoles 27 de julio, 2016.

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En años recientes han ocurrido auténticas revoluciones en las áreas de la biotecnología, la física, la instrumentación y las tecnologías de información. Nunca antes en la historia de la humanidad se había tenido un acceso tan eficiente y masivo al conocimiento, ni éste se había generado tan rápidamente como actualmente ocurre.

Resumen:

El Dr. Antonio M. Juárez Reyes nos explica cómo nuestro país puede migrar hacia una Economía del Conocimiento.

Por Dr. Antonio M. Juárez Reyes, del Instituto de Ciencias Físicas, UNAM Campus Morelos
La prioridad fundamental para el gobierno de un país es asegurar un nivel de vida digno para sus habitantes. Para lograr este objetivo, una nación debe asegurar estructuras organizacionales, iniciativas de fomento y políticas de crecimiento eficientes, productivas y sustentables a largo plazo. Actualmente el conocimiento, entre otros muchos factores, es uno de los pilares más importantes para generar el bienestar de las personas. Desafortunadamente, los beneficios económicos derivados del desarrollo científico y tecnológico sólo se concentran en un puñado de países, los generadores de los productos de alto valor agregado. A estos países, que vinculan su desarrollo económico en base a su conocimiento se les conoce como Economías o Sociedades del Conocimiento. En este artículo sugiero cómo la vinculación del quehacer científico de la UNAM con los problemas de México, apoyado por políticas ágiles y normas homologadas con la ley Federal de Ciencia y Tecnología por parte de la UNAM, entre otros factores, pueden contribuir de manera importante para que en México ocurra una transición a una Economía del Conocimiento.
La Economía del Conocimiento (EC) y su relación con el bienestar de un país
En años recientes han ocurrido auténticas revoluciones en las áreas de la biotecnología, la física, la instrumentación y las tecnologías de información. Nunca antes en la historia de la humanidad se había tenido un acceso tan eficiente y masivo al conocimiento, ni éste se había generado tan rápidamente como actualmente ocurre.
Aunque se hace ciencia en todas partes del mundo, incluyendo nuestro país, sólo los países que han invertido esfuerzos explícitos en la educación de sus ciudadanos, en el fomento de la ciencia y, más importante aún, en la vinculación entre sus sectores productivos y científicos, son cuantitativamente mucho más ricos y competitivos que los que no lo han hecho. Esta relación virtuosa entre el uso del conocimiento y su vinculación explícita en la generación de riqueza y en mejorar la calidad de vida de sus habitantes puede cuantificarse con el concepto de economía del conocimiento (EC). En el año 1996, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, por sus siglas en Inglés) acuñó el término “Economía del conocimiento” para distinguir con esta definición al conjunto de países industrializados que basan su desarrollo y crecimiento en el uso del conocimiento generado por sus élites científicas y tecnológicas, de aquellos que no lo hacen. Es importante aclarar en este punto que el concepto de Economía del Conocimiento transciende el simple uso o consumo masivo de instrumentos de alta tecnología o de las tecnologías de la información. Los fundamentos de la economía del conocimiento se basan en la creación, difusión, uso y apropiamiento del conocimiento en su concepto más amplio. Los países y sociedades que se benefician de la economía del conocimiento tienen como activo más valioso el uso explícito, en sus negocios y sistemas de producción, de la ciencia y la tecnología que desarrollan. En concreto, estos países basan la satisfacción de sus necesidades de alimento, vestido, salud y entretenimiento, fundamentalmente por medio de productos generados por la acción inventiva, o por la vinculación del conocimiento científico y los procesos productivos. En contraste con esto, las economías tradicionales como la mexicana, basan su desarrollo en la explotación de la mano obra, la creación de clústeres enfocados a la manufactura o la maquila, en la producción de bienes primarios (como el petróleo) o bien en la especulación financiera. Es evidente que, para aquellos que deseamos que nuestro país y sus habitantes tengamos un mejor nivel de vida, México debe transitar de manera acelerada y activa del estatus actual a una economía del conocimiento.
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