28 de noviembre de 2016 (ICF)
Horacio Martínez Valencia (ICF)
El pasado 5 de marzo me detectaron un tumor hipofisiario* en la cabeza mediante una tomografía. Al ver los resultados, consulté a una neuróloga, quien mandó realizar estudios mediante resonancia magnética para evaluar el tamaño del tumor. Resultó que tenía un macro-tumor, clasificado así por su gran tamaño. La neuróloga me canalizó hacia un neurocirujano, especialista en el tratamiento de este tipo de tumores. Sin embargo, la idea de este escrito no es contar esta historia personal sino describir los avances científicos en que han intervenido los físicos y que han permitido a la medicina tratar casos como el mío. Muchos equipos avanzados que ayudan a los médicos a diagnosticar y entender nuestras enfermedades están basados en inventos desarrollados por físicos tratando de entender la naturaleza.
Un ejemplo lo proporcionan los rayos catódicos descubiertos por J.J. Thomson (1856-1940), quien demostró en 1897 que consistían de partículas que conocemos como electrones. Los tubos de rayos catódicos dieron origen a las pantallas de televisión (aunque ahora también se emplean pantallas basadas en otras tecnologías). Wilhelm Röentgen (1845-1923) reportó en 1895 que al bombardear ciertos materiales con rayos catódicos se producía una radiación misteriosa que se podía detectar sobre una pantalla fluorescente. Esta radiación, que llamó rayos X, es una forma de luz (radiación electromagnética) muy energética. Cuando electrones veloces se ven frenados por los núcleos atómicos de la materia que encuentran a su paso, emiten energía en forma de rayos X.
Un día Röentgen introdujo la mano entre el tubo y la pantalla y observó en ésta la imagen de sus huesos. Mas tarde, la impresión de esta imagen constituiría la primera radiografía de la historia: la mano de su esposa, en que se veían todos sus huesos , e incluso el anillo de bodas.
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