9 de mayo de 2016 (IER)
Por Manuel Martínez Fernández
El Foro Económico Mundial, edición 46, se llevó a cabo a principios de año en la ciudad de Davos, Suiza, con el tema “dominando la cuarta revolución industrial”. Siempre es importante dar seguimiento a esta reunión porque es convocada por la élite económica mundial y asisten unos que defienden la permanencia de las políticas actuales que incrementan la desigualdad entre países y personas, y otros que las critican moderadamente pero que no están dispuestos a sacrificar las prebendas que se les ofrece. Los tres grupos realmente no están en contacto con la realidad que enfrenta la mayoría de las personas en el mundo.
Las discusiones que se llevaron a cabo en esta reunión giraron alrededor de la tasa de crecimiento del producto interno bruto, mundial y por país (es decir, cual es el monto de riqueza que se generará); del nivel de las tasas de interés sobre los préstamos que establecerán los bancos centrales (es decir, cuánto dinero recibirán aquellos que lo prestan y que no se arriesgan en actividades productivas); de la posibilidad de que exista una crisis financiera como la del 2008 (es decir, que si presto no me vayan a pagar lo comprometido); de la volatilidad de los mercados (es decir, soportamos el riesgo en nuestras inversiones pero no la incertidumbre); de la reducción en subsidios gubernamentales (es decir, evitar políticas sociales que distorsionen el mercado); de la dominación de la cuarta revolución industria, tema del evento (es decir, innovar tecnológicamente para mantener sus ganancias); y de la regulación de los paraísos fiscales (es decir, no cerrarlos para obtener mayores ganancias especulativas).
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