28 de marzo de 2016 (ICF)
Por EDUARDO RUIZ-HEALY
Los topes, elegantemente conocidos como “reductores de velocidad”, se encuentran colocados a lo largo y ancho de México y contribuyen de manera muy importante a la contaminación del aire de sus ciudades, sobre todo de las más pobladas. Además, obligan a realizar gastos innecesarios de energía y dinero.
Han sido puestos por autoridades municipales, estatales y federales con el propósito de controlar la velocidad de los vehículos que circulan por calles y carreteras. Son la solución que idearon hace décadas al verse incapaces de hacer que los conductores de dichos vehículos respeten los límites de velocidad que establecen los reglamentos de Tránsito o a los agentes de Tránsito encargados de hacerlos cumplir.
Desde hace años se han realizado y publicado diversos estudios que demuestran que los topes, si bien obligan a que los conductores reduzcan la velocidad de sus vehículos, causan accidentes, vuelven más lento el tráfico, y obligan a usar más combustibles fósiles y por lo tanto generan más contaminantes atmosféricos.
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