15 de agosto de 2016 (IER)
Leonardo M Castro González
Jesús Antonio del Río Portilla
En Semana Santa me fui a Acapulco
Al vivir en la Ciudad de México tuve que atravesar Cuernavaca por su llamado “libramiento”, aquel tramo de la autopista México-Acapulco que pasa por un costado de la zona metropolitana de Cuernavaca. Noté un tráfico inesperado que me frenó en el camino. También noté que el gobierno planea hacer una obra para terminar con los problemas “severos” de estancamientos en la carretera. El retraso no me pareció lo suficientemente “severo”, por lo que rápidamente me olvidé de ello: solo quería llegar a relajarme en un camastro.
Arena, mar y sol. De repente ya era domingo y tenía que regresar a la cruda realidad de la Ciudad de México. Deprimido, empecé a manejar y tomé camino, esperando que la realidad no fuera tan cruel conmigo. Pero esta me alcanzó antes de lo planeado. Cruzar el “libramiento” de Cuernavaca, es decir un tramo de 27.3 kilómetros, sin semáforos, accidentes u otro elemento especial, me tomó casi 1 hora.
El objetivo de las obras que planea el gobierno adquirió sentido. Pero, ¿realmente funcionarán? Recientemente en un artículo [1] hablamos sobre cierta herramienta matemática llamada autómata celular con la cual podemos simular los vehículos circulando en una carretera, usando una analogía con el juego de Serpientes y Escaleras. En esta ocasión ilustraremos la forma de modelar específicamente el libramiento de Cuernavaca y con ello anticipar si las obras que el gobierno está realizando tendrán un desempeño favorable. Responderemos a la pregunta si las obras tendrán beneficios para el automovilista y el medio ambiente. De esta manera, calcularemos cómo cambia el tránsito y las emisiones de CO2 con la modificación a la carretera.
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